17 de junio de 2015

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Acción Católica: Servicio destinado a las Diócesis y a las parroquias

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INTRODUCCIÓN

Los deseos que el hombre guarda en el corazón no terminan de hacerse realidad si no se plasman en actitudes, acciones o compromisos concretos. Todos podemos hacernos un mundo maravilloso, grandioso, fantástico en nuestra cabeza, que nada tenga que ver con la realidad. Todos tenemos algo de 'Alicia en el país de las maravillas' por el que nos fabricamos historias inexistentes.

Son historietas en las que quedamos como héroes vencedores de no se sabe bien qué batallas. El problema de aceptar esta forma de hacer no es el mal de estas batallitas en sí, sino que nos hagan pensar que realmente seremos lo que queremos ser cuando se den unas situaciones extraordinarias.

No queremos que nuestra entrega se realice cuando se den hechos extraordinarios y 'de alto grado de riesgo'. Puede ser que ese momento nunca llegue. Es muy probable que no tengamos la oportunidad de realizar hechos heroicos en nuestra vida. Por eso el compromiso que cada uno de nosotros entendemos que debemos hacer en cualquier plano de nuestra vida se debe traducir en obras concretas, reales, de la vida normal y corriente. De nada sirven los grandes ideales si éstos no tienen manifestaciones concretas, por pequeñas que sean, en nuestra vida ordinaria, o si no modelan nuestra forma de ver y actuar en este mundo, transformándonos a nosotros para ser nosotros capaces de transformar nuestro mundo. No importa la manifestación o repercusión social que nuestros trabajos tienen, sino el haberlos realizado del mejor modo posible.

Por otro lado vivir los ideales en la vida cotidiana nos van a ayudar a estar preparados si en alguna ocasión tenemos que hacer algo especial, que se salga de lo habitual.

Lo mismo ocurre con nuestro amor a la Iglesia. Ese 'vivo y operante sentido de Iglesia' que nos compromete, que nos hace tomarnos en serio nuestro ser Iglesia, ha de concretarse de algún modo. En este retiro vamos a considerar nuestro amor, convertido en actos de servicio a la Iglesia diocesana y a la parroquia, lugares donde se concreta nuestra pertenencia a la Iglesia universal.

EXPOSICIÓN DOCTRINAL

1. UNA FUNDAMENTAL REFERENCIA A LA IGLESIA PARTICULAR.

"La diócesis es una porción del Pueblo de Dios, que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que, unida a su pastor y reunida por Él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la cual verdaderamente está y actúa la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica" (CD 11).

La Iglesia diocesana, presidida por el sucesor de los apóstoles, es la concreción primera del bautizado. Iglesia diocesana que cuenta con una estructura concreta de organización por vicarías, arciprestazgos, delegaciones... Pero que no es identifica con ella. Por que la Diócesis es la Iglesia, es una parte de ese gran cuerpo que es la Iglesia universal, del que nosotros, cada uno formamos parte. Con razón Juan Pablo II animaba a los jóvenes de todo el mundo: "es justamente la Iglesia diocesana la que debéis descubrir. La Iglesia no es una realidad abstracta y desencarnada; al contrario, es una realidad muy concreta: cabalmente una Iglesia diocesana reunida en torno al Obispo" (Juan Pablo II, 6-XI-1989, 3).

Es en la Iglesia diocesana donde los cristianos vivimos la comunión que nos exige el amor. Sin perder nunca de vista la Iglesia Universal, en nuestra diócesis nos encontramos los medios necesarios para encontrarnos con Cristo en los sacramentos y en la oración. En nuestra diócesis recibimos los medios necesarios para tener una formación cristiana seria y profunda. Y es también en nuestra diócesis donde se nos abren los caminos necesarios para poder vivir la comunión de bienes y la preocupación por los más necesitados.

Nuestra vocación al compromiso apostólico como seglares se debe realizar en y desde nuestra pertenencia a la Diócesis, en nuestro caso a la de Madrid. "Se necesita que todos los Movimientos especializados y la nueva Acción Católica General estén enraizados en las iglesias particulares. Sin esta inserción no es posible seguir caminando" (La Acción Católica General, I, 2).

Para concretar nuestra inserción en la diócesis asumimos con agrado y corresponsabilidad los planes pastorales que cada año nos propone el Obispo. Los hacemos nuestros y, cada uno desde su lugar y poniendo en juego los talentos que el Señor de la viña nos ha concedido intentamos que puedan realizarse y dar muchos frutos. El Obispo de la Diócesis, sabedor de nuestra disponibilidad para el servicio, cuenta con los militantes de la Acción Católica para diversos servicios apostólicos de ámbito diocesano. "La Iglesia os necesita, necesita vuestra capacidad de crear toda forma útil de servicio para cumplir vuestra función específica en el ámbito del cuerpo místico" (Juan Pablo II, a la Acción Católica de la Diócesis de Roma, 12-V-1986, 7).

Por nuestra parte los militantes de la Acción Católica aportamos nuestra experiencia de trabajo en el mundo, y nuestros conocimientos de los ambientes y medios en los que se realiza el apostolado para los planes pastorales y al trabajo que se realiza en la Diócesis.

Como los obispos españoles señalaron hace ahora diez años: "La Acción Católica (...) tiene la vocación de manifestar la forma habitual apostólica de 'los laicos de la diócesis'" (Conferencia Episcopal Española, Cristianos laicos, Iglesia en el mundo, 95).

2. LA PARROQUIA COMO CAMPO PREFERENTE DEL SERVICIO.

"Centrándonos en la Acción Católica General su importancia nace de al necesidad de cohesionar al laicado que surge como consecuencia de la labor de la parroquia y en la necesidad de ofrecer cauces para impulsar su presencia evangelizadora en la sociedad" (La Acción Católica General, I, 1).

Es en la vida de la parroquia donde el militante de Acción Católica intenta ser sarmiento vivo y fecundo, partícipe responsable y consciente de la misión de la Iglesia (cf. Juan Pablo II, 6-XI-1989). Por que es ahí justamente donde se enraíza su compromiso concreto de servicio a Dios y a la Iglesia. "Los fieles laicos deben estar cada vez más convencidos del particular significado que asume el compromiso apostólico en su Parroquia; en una palabra: ser casa abierta a todos, o como prefería llamarla el papa Juan XXIII, ser la fuente de la aldea, a la que todos acuden para calmar su sed" (Pablo VI, 30-XI-1973).

La Parroquia es el lugar donde el cristiano recibe la vida de Cristo a través de la Eucaristía y del resto de los sacramentos. Allí encuentra su comunidad con la que comparte lo que más sagrado tiene en su vida: la fe y el amor a Dios. Es en la Parroquia donde no sólo se reúne para 'sus cosas', sino que intenta aportar lo que recibe de la sociedad, y donde toma lo que desea llevar al mundo para transformarlo.

En la Parroquia el cristiano aprende lo que es la Iglesia viviendo en comunidad, siente la compañía de otros cristianos que como él tratan de vivir el evangelio, percibe la cercanía del Obispo, como buen pastor, a través de los sacerdotes que atienden la comunidad parroquial... La parroquia recibe de los miembros de los movimientos: "el despertar de vocaciones laicales, laicos comprometidos, planes de ayuda y de formación..." (Mons. José María Conget, en Algo nuevo está naciendo, p. 61). Como miembros de una asociación de fieles con el fin de servir a la Iglesia, los hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, ayudan a que la Parroquia sea verdaderamente evangelizadora, preocupada por llegar a todos los habitantes, invitando a los feligreses a ser cada vez más dinámicos y apostólicos. Para ello intentarán presentar planes serios de formación, colaborando en la medida de sus posibilidades en la maduración de la vocación laical de quienes participan de la pastoral de la parroquia. En pocas palabras, los militantes buscan siempre como dinamizar la vida comprometida de todos los fieles.

Claro que los seglares aprendemos de la vida parroquial la pertenencia a la Iglesia particular e incluso a la Iglesia universal, pero también la Iglesia aprende de los seglares los problemas y las dificultades del mundo y de la sociedad en la que la Iglesia tiene su función. Los sacerdotes respetan y animan la vocación laical, a la que están llamados a servir. Ve y se alegra ante las iniciativas apostólicas que tienen y procura salirles al encuentro en las dificultades, para que sientan la cercanía de los pastores, y a través de ellos de la Iglesia en cuanto tal.

3. CON UNA CLARA APERTURA A LA IGLESIA UNIVERSAL.

"Los cristianos más sencillos, más evangélicos, más abiertos al verdadero sentido de Iglesia tienen una sensibilidad espontánea con respecto a esta dimensión universal, sienten instintiva y profundamente su necesidad... vibran con ella, sufre... cuando se les quiere imponer una iglesia regionalista y sin horizontes" (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 64).

La pertenencia a una determinada comunidad parroquial y a una diócesis no nos separa del resto de los cristianos, ni merma nuestro deseo de llevar el Evangelio a todos los hombres, sin excluir a nadie. Sabemos que tan sólo es una concreción que puede variar en cualquier momento por motivos de residencia, por ejemplo.
Nos sentimos unidos a todos los cristianos, y de un modo especial a aquellos que justamente por su fe sufren persecución. Todas las iniciativas apostólicas nos son importantes. Es nuestra pertenencia a la Acción Católica una razón más para ampliar el corazón más si cabe. Porque la Acción Católica Diocesana "se siente fraternalmente unida a la Acción Católica de las demás diócesis, con las que se relaciona a través de los organismos estatales, con los que colabora activa y responsablemente" (Ideario de la Ación Católica General de Madrid, 20; cf. Bases, 6).

Nuestro Ideario nos concreta este amor a la Iglesia universal: "este sentido de la Iglesia universal se manifiesta en una gozosa adhesión al Papa y en una activa preocupación pos la obra misionera de la Iglesia" (Ideario, 18; cf. Redemptoris Missio).

Adhesión viva que ha podido comprobarse en los diferentes encuentros que por diversos motivos se han convocado por la Santa Sede (Jubileos, Jornadas mundiales de la juventud, encuentros de apostolado seglar...). Y que, desde luego, va seguida de una fidelidad sin fisuras al Magisterio de la Iglesia.

4. NUESTRA SEÑORA DE LA ALMUDENA.


Acabamos el retiro como siempre, acordándonos de la Madre de Dios, que es también Madre de todos nosotros. Esta vez acudimos a ella bajo la advocación de la Almudena, patrona de la Diócesis de Madrid y de los madrileños.

Su presencia en la primera comunidad de los creyentes animaba su ímpetu misionero y su fortaleza ante las adversidades. Hoy, como entonces, es columna firme que nos mantiene, nos reconforta y alegra.

A Nuestra Señora de la Almudena encomendamos la Iglesia, nuestros pastores, religiosos y religiosas y todas las actividades apostólicas promovidas por los seglares. Todas las victorias son también nuestras, como todas sus dificultades son también nuestras. Que la Madre de Dios no permita que nuestro deseo de servir a la Iglesia particular se acabe.

EXAMEN

- ¿Soy de los que me fabrico fantasías bonitas en la cabeza? ¿Intento vivir con los pies en el suelo, cumpliendo con mis obligaciones concretas sin hacerme ideas excéntricas y extrañas?

- ¿Concreto mi afán apostólico? ¿Busco modos nuevos de hacer mi apostolado entre las personas que me son queridas? ¿Tengo compromisos ejecutables?

- ¿Rezo y me mortifico por la diócesis, sus obispos, sacerdotes y fieles? ¿Me preocupo de enterarme del plan pastoral de la diócesis? ¿Quiero apoyar con mi trabajo y mi compromiso las propuestas que en él se hacen?

- ¿Participo en la medida de mis posibilidades en los actos diocesanos, tanto convocados por el arzobispado como en los que convoca la Acción Católica? ¿Ayudo con generosidad al mantenimiento de la Iglesia?

- ¿Intento comprometerme en las actividades de mi parroquia? ¿Conozco los cauces que la parroquia me ofrece de formación, de apostolado y de caridad? ¿Ayudo a que sea un lugar de encuentro y de amistad con Dios y con los demás cristianos?

- ¿Encomiendo las actividades que se realizan en la Acción Católica? ¿Me ofrezco en la medida que sé y puedo para colaborar? ¿Me alegro de sus 'éxitos', y me duelen sus 'fracasos'?

- ¿Tengo presente a María? ¿Le presento también al resto de la Diócesis? ¿Y del Movimiento? ¿Me apoyo en ella en mis problemas?


TEXTO

Al servicio de la construcción de la comunidad eclesial

Como todos los carismas, el de la Acción Católica "es para común utilidad" (1 Cor 12, 7) y hace que sus militantes estén más comprometidos "al servicio de los demás" (1 Pe 4, 10), entregados a la obra del Reino en la construcción de la comunidad eclesial y en la consagración del mundo, mediante el testimonio de vida.

"Se trata de un servicio concreto, destinado a las diócesis y a las diversas parroquias... En efecto, de poco serviría formular propósitos genéricos, si luego, en la realidad, no se actuase activamente en las estructuras de la Iglesia local a la que se pertenece... y la necesidad de la Iglesia en las diócesis y en las parroquias es -hoy como ayer- la de constituirse en comunidad para servir de punto de referencia y de atención... a fin de que niños, jóvenes y adultos respondan a la llamada de Cristo". "La identidad de la Acción Católica se define ante todo por su fundamental referencia a la Iglesia particular".

Esta tarea sólo se puede realizar acertada y eficazmente siguiendo la orientación que el mismo Santo Padre expresamente nos señala: "urge rehacer el entramado cristiano de la sociedad. Pero la condición es que se consolide la cristiana trabazón de la misma comunidad eclesial".

Carácter universal

Este carisma de la Acción Católica, este "sentido de Iglesia", exige a los militantes y a sus mismas estructuras una "clara apertura a la Iglesia universal... Los cristianos más sencillos, más evangélicos, más abiertos al verdadero sentido de Iglesia tienen una sensibilidad espontánea con respecto a esta dimensión universal, sienten instintiva y profundamente su necesidad... vibran con ella, sufren... cuando se les quiere imponer una iglesia regionalista y sin horizontes". Esta dimensión universal se presenta a todos los fieles. El mismo Código de Derecho Canónico afirma "todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del universo entero" .

Este sentido de la Iglesia universal se manifiesta en una gozosa adhesión al Papa y en una activa preocupación por la obra misionera de la Iglesia.

Consejo Diocesano de Acción Católica General de Madrid, Ideario, 17-18.

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